Historia

1.- INTRODUCCIÓN 

El Ateneo Instructivo del Obrero fue un centro social y cultural específico para la clase trabajadora de Guadalajara. Según se recogía en el artículo 1º de su Reglamento sus fines principales eran “la instrucción, socorro, mejoramiento social y recreo de la clase obrera”[3]. A lo largo de sus cuarenta y cinco años de existencia destacó por su carácter cultural, desarrollando distintas actividades instructivas y artísticas, recreativo, organizando frecuentes bailes y concurridas fiestas, y asistencial, contando con un servicio médico y farmacéutico. Desaparecido hace sesenta y cinco años, su memoria se difumina traicionada.


2.- LA FUNDACIÓN

El proyecto del Ateneo Instructivo del Obrero surgió en el mes de febrero de 1891 por iniciativa de Alfonso Martín Manzano y la idea se hizo pública mediante un manifiesto divulgado en El Atalaya de Guadalajara avalado con la firma de varias personalidades locales. De la propuesta se hizo eco la prensa provincial, cosechando aplausos unánimes: “Es merecedor de alabanzas el Proyecto de un Ateneo obrero en Guadalajara [...] suscrito por varios amigos y en primer término por el que nos es muy querido, nuestro D. Alfonso Martín”[4].

Para llevar a feliz término su propósito, el 15 de marzo se nombró una Junta Directiva interina, en la que Alfonso Martín ocupaba el puesto de Secretario-Contador y que presidía José de Sagarmínaga. No deja de resultar curiosa esta elección si tenemos en cuenta la militancia política de este joven abogado que desarrollaba en aquellos años una incansable actividad como jefe provincial del carlismo; en cualquier caso, su nombramiento es la mejor prueba de la pluralidad ideológica que animaba este proyecto.

Se elaboró un Reglamento Orgánico que terminó de redactarse el día 30 de abril de 1891 y que fue aprobado por el Gobernador Civil de la provincia el 9 de mayo de ese mismo año. Y finalmente, el día 10 de mayo, fue inaugurada la sede social del Ateneo. Durante el acto intervinieron el carlista José de Sagarmínaga, el socialista Alfonso Martín Manzano, los republicanos Tomás Bravo Lecea y Juan Ignacio Ruiz, cerrando el acto el Alcalde de la ciudad, el republicano Miguel Mayoral Medina. Fiel a sus ideas, el tradicionalista Sagarmínaga dijo en su discurso inaugural que “el corazón domina a la cabeza dejándose seducir por los cantos de sirena”, aludiendo críticamente con esta metáfora a “las publicaciones pornográficas, socialistas y, en general, a todas aquellas que propagan doctrinas utópicas”[5], mención que resultaría sorprendente para una Junta Directiva de mayoría republicana.

En junio se eligieron las presidencias de las diferentes Comisiones, nombrándose al militar Joaquín Roncal para la Mesa de Discusión; el ingeniero Benito Ángel Roma presidía la Junta de Gobierno, Antonio Adeva la Sección de Instrucción, Carlos Morales de Setién, que era Delegado de Hacienda, la Sección de Socorros, el profesor de música Apolinar Barbero la Sección Artística, Esteban Carrasco de León, la Sección de Recreo y Antero Concha presidía el Consejo del Ateneo; desde mayo Ángel Campos figuraba como Bibliotecario. Todos ellos pertenecían a la burguesía local, y aunque muchos sostenían ideas progresistas, algunos representaban al más rancio conservadurismo.

Se aceptó en el seno de la nueva institución a todos aquellos ciudadanos que lo solicitaron, siempre que fuesen avalados por tres socios y admitidos por la mayoría de los miembros de la sociedad, sin más requisito que residir en la ciudad de Guadalajara y ser mayor de 20 años; por lo tanto destacados personajes de la burguesía local ingresaron en el Ateneo para tutelarlo, pues para resultar elegido miembro de su Junta Directiva no era imprescindible ser obrero pero sí se exigía saber leer y escribir, lo que vetaba en la práctica el acceso a sus cargos directivos a la mayor parte de los trabajadores arriacenses que eran analfabetos[6].

El Ateneo Obrero acogió a trabajadores de todas las ideologías, conviviendo en su seno republicanos, socialistas, anarquistas y obreros sin ninguna afiliación, pues no sólo no pretendía suplir a las organizaciones sindicales, sino que, como especificaba en el artículo 3º de su Reglamento, el AIO “fomentará dentro y fuera de la sociedad la creación de asociaciones cuyo fin u objeto sea: 1º Auxiliar a sus asociados para neutralizar en lo posible los efectos de las crisis industriales. 2º Socorrerles en sus enfermedades o si llegaren a inutilizarse para el trabajo. 3º Organizar asociaciones cooperativas de consumo o producción, Cajas de Ahorro, Bancos agrícolas o de cambio, crédito al trabajo, etc. 4º Llenar algún fin análogo a los anteriores”.


3.- LOS FUNDADORES

No debemos ver al Ateneo Instructivo del Obrero como una sociedad caritativa o como la iniciativa filantrópica de un puñado de burgueses más o menos concienciados por la llamada cuestión social. Detrás del nacimiento del Ateneo Instructivo del Obrero se encontraba un puñado de jóvenes tipógrafos, como Alfonso Martín Manzano, Enrique Burgos o Juan Gómez Crespo, que habían militado en las menguadas filas del socialismo de orientación marxista y que habían gozado de un protagonismo destacado en la temprana implantación del PSOE y la UGT en tierras alcarreñas, colocando a Guadalajara en la vanguardia del proletariado militante español[7].

Pero el crecimiento económico de la capital arriacense y las necesidades de la administración pública de la Restauración, animaron a algunos de estos trabajadores a abandonar su condición de asalariados y abrir sus propias imprentas. En 1891, la vieja aristocracia obrera de Guadalajara había culminado su ascenso social, accediendo a una posición económica más acomodada y, en la práctica, había sido excluida de un Partido Socialista que seguía apegado a la línea exclusivamente obrerista dictada por Pablo Iglesias. Aquellos pioneros del socialismo se quedaron sin espacio vital en el partido obrero y se aproximaron a las filas republicanas, donde confluyeron en el periódico El Atalaya de Guadalajara con otro grupo de jóvenes republicanos con inquietudes sociales que estaban organizando sociedades corporativas de funcionarios, médicos o agricultores. Unos y otros compartían una ideología laica y progresista y un interés por la organización de los sectores populares, pero ninguno de ellos pertenecía a la clase trabajadora, por lo que en la práctica quedaban al margen de la actividad sindical.

Preocupados por mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera, de la que estaban excluidos, e interesados en impulsar la organización autónoma de los trabajadores, pero ya sin capacidad para dirigir las sociedades de resistencia, decidieron fundar el Ateneo Instructivo del Obrero. Pero conscientes de su debilidad para hacer frente a este ambicioso proyecto y de la necesidad de tutela del recién nacido Ateneo por parte de las autoridades políticas y de la elite social de la ciudad, ofrecieron algunos puestos de los llamados de representación a miembros destacados de la burguesía local.

Esta colaboración con la burguesía conservadora provocó disensiones entre los republicanos, y los militantes más radicales organizaron pocos meses después el Centro de Libre Examen, que abrió su sede social en el piso principal del número 2 de la Plaza de Oñate[8], y que fue la primera asociación cultural con un evidente sesgo ideológico y una innegable orientación popular aprobada por el Gobierno Civil de la provincia en febrero de 1892. Aunque no es fácil certificar su orientación política, sobre todo en una pequeña ciudad de provincias como Guadalajara, es fácil deducir que estaría animado por los sectores populares de tendencia anarquista, que no habían podido desarrollar su propia acción sindical, y por elementos de la pequeña burguesía adictos al republicanismo federal, que tenía en Guadalajara una importante base social que en muchas ocasiones se confundía con el clandestino movimiento libertario, sin ser ajeno a la influencia masónica[9]. Tampoco conocemos el nombre de sus promotores, aunque suponemos que entre ellos estaba José Marcial, que en abril de 1892 dio una conferencia en el Ateneo Caracense sobre “Democracia religiosa” con un fuerte contenido ateo y laicista, siendo secundado por el catedrático Segundo Sabio del Valle en sus ataques contra la Iglesia Católica[10].

Pero nada desanimó al grupo de jóvenes socialistas, que ya habían fundado unos años antes un “un clandestino Ateneo, que en esta ciudad existió, donde nos tenían preparados a los amigos para sentarnos, unos cajones que antes habían conservado alguna que otra lata de petróleo [...] Aquello no era Ateneo; más parecía un club de incendiarios, por el olor que se notaba a petróleo”[11], y que desapareció sin dejar rastro.

También habían editado, desde el 1 de marzo de 1891, el periódico Miel de la Alcarria, una publicación de vida muy breve que tan sólo sacó a la calle seis números y que estaba estrechamente ligada al primitivo núcleo socialista arriacense. No en vano se editaba en la Tipografía Provincial, tenía su administración en La Liberty, el establecimiento de Enrique Burgos, y en sus páginas escribían Alfonso Martín, Luis y Emiliano Cordavias y Juan Manuel de la Rica, junto a otros jóvenes arriacenses menos identificados con el ideario socialista, como Ramón Ruiz Moreno, Nicolás Aquino, Raimundo Lamparero, Manuel López de los Santos y Francisco Alcañiz. Fueron responsables del cierre prematuro de la publicación su temperamento combativo, las agrias polémicas sostenidas con otros periódicos alcarreños, sobre todo con La Revista Popular, y las caricaturas de algunos personajes ilustres realizadas por Juan Manuel de la Rica, que había estado empleado en la Imprenta Provincial durante los primeros tiempos de este establecimiento tipográfico, obteniendo más adelante una plaza de delineante en la Diputación Provincial[12].


4.- LAS ACTIVIDADES

El Reglamento preveía que la sociedad tuviese un Casino, una compañía teatral, una banda de música, un orfeón, una biblioteca y una sala de lectura y, en mayor o menor medida, todas estas iniciativas fueron desarrollándose paulatinamente durante los primeros años. Pero la labor más permanente y conocida del Ateneo Instructivo del Obrero era su faceta recreativa; no había fiesta ni celebración en la capital arriacense que no pudiese incluir en su programa de actos algún festejo celebrado en su sede social. Pero, además, todo el año estaba salpicado de funciones teatrales, verbenas y corridas de toros que formaban parte de la variada actividad recreativa del Ateneo. Muchos jóvenes obreros ingresaban en la sociedad para poder acudir gratuitamente a estos bailes.

Pero tampoco podemos menospreciar la labor docente del Ateneo. Se concedía una importancia extraordinaria a las clases nocturnas para adultos, destinadas a elevar el grado de instrucción de la clase trabajadora. En un primer momento se planificó la enseñanza de lectura, escritura, aritmética, gramática, geometría, dibujo, historia y geografía. En el mes de octubre de 1894 el Ateneo convocó entre sus socios un concurso para provisión de plazas de profesor para las clases nocturnas que se organizaron en el centro. En un primer momento se impartían cuatro materias (dibujo, lectura, escritura y aritmética) y asistían más de 70 alumnos, hijos de trabajadores de Guadalajara. La prensa se hacía eco del éxito de esta iniciativa: "No desmayen en su empresa tanto la Junta Directiva, como la sociedad en general, y recibirán el aplauso que merecen por su constante y buen deseo en pro de nuestra sufrida clase jornalera"[13]..

Este aspecto educativo fue mimado por las sucesivas Juntas Directivas y, junto a los conocimientos más generales, se potenció muy especialmente la formación profesional de los obreros alcarreños. Por este motivo, y buscando siempre mejorar esta capacitación profesional, los artistas que trabajaron en las obras de la Condesa de la Vega del Pozo impartieron clases de modelado en el propio Ateneo. Además, a partir del año 1900, se organizaron diversos Certámenes de Industrias, Artes y Oficios en los que se destacaba a los trabajadores más hábiles en sus respectivas profesiones, aunque hubiese en su momento críticas porque el caciquismo había intervenido muy directamente en la concesión de los premios.

Esta labor educativa conoció un progresivo reconocimiento público y un creciente apoyo por parte de las instituciones oficiales que trajo como consecuencia que el Ateneo Instructivo del Obrero fuese declarado Asociación Benéfica por Real Orden del 9 de abril de 1892. Al año siguiente el Ministerio de Fomento concedió una primera subvención de 500 pesetas para las clases nocturnas y, desde ese momento, el apoyo económico al centro fue práctica habitual en años sucesivos, especialmente por parte del gobierno de Madrid. La prensa de la época no tenía pudor en mencionar la intervención directa del Conde de Romanones en la concesión de esas ayudas, lo que le permitió aumentar paulatinamente su control sobre el centro obrero y su influencia en la clase trabajadora arriacense.

Esta faceta docente complementaba un muy utilizado Servicio Médico y Farmacéutico, que se había puesto a disposición de los socios a cambio de un ligero incremento en sus cuotas que era inversamente proporcional a los ingresos familiares. Los primeros doctores que integraron su plantilla fueron Ricardo Franco y Manuel Herranz, siendo sustituidos más tarde por el doctor Mariano Moya que continuó pasando consulta hasta 1905, pero en abril de ese año pidió un aumento de sueldo de 250 pesetas anuales, una subida salarial que fue juzgada excesiva por los obreros asociados. A partir de ese momento el Servicio Médico fue asumido por varios facultativos que atendían las consultas de forma rotatoria y los medicamentos se dispensaban en la Farmacia de Vicenti. Muy pronto se puso de manifiesto la necesidad de esta asistencia sanitaria: en 1895 se dispensaron 2.386 recetas y se realizaron 4.907 consultas médicas a pesar de contar con apenas medio millar de socios; una media de trece visitas diarias por cada médico, cifra que se mantuvo en los años siguientes hasta su supresión en 1908.

El Ateneo también contaba con una Sección de Socorros Mutuos, cuyo fondo estaba constituido con las cuotas que aquellos socios voluntariamente adheridos a esta sección aportaban mensualmente y a la que sólo podían pertenecer los obreros manuales. Concedía dos pesetas diarias de ayuda a todos aquellos que sufriesen cualquier limitación física temporal que les impidiese realizar su actividad laboral normal y quedaban automáticamente excluidos de estas ayudas los que padeciesen enfermedades crónicas o venéreas o que resultasen heridos en riñas o peleas.

Además, cuando las periódicas crisis de trabajo empujaban a los jornaleros alcarreños a la miseria y la desesperación, para aliviar la apremiante necesidad que atenazaba a las clases populares, la Junta Directiva del Ateneo Instructivo del Obrero gestionaba descuentos para sus socios trabajadores o, directamente, ejercía labores caritativas. Así, por ejemplo, al año siguiente de su fundación consiguió que algunos establecimientos comerciales de la ciudad ofreciesen una rebaja del 10% a sus socios, y como esta medida se mostró insuficiente, la propia entidad se encargó de vender a precios módicos salchichas, carne, pan, vino y jabón[14].

Otra de las iniciativas que se recogían en el Reglamento Orgánico del Ateneo Instructivo del Obrero era la formación de una compañía de teatro, que también contó con una sección infantil. La afición a las representaciones cómicas y dramáticas estaba muy extendida entre los vecinos de Guadalajara, como explicaba Luis Cordavias, en uno de sus célebres Floreos y Aguijonazos[15]:


Existe aquí tal número actualmente
De sociedades lírico-dramáticas,
Que suelen celebrarse
Dos o tres matineses en semana,
Y unos porque les gusta divertirse,
Y otros porque no cuestan las entradas,
El caso es que por ir a esas funciones
La multitud se afana.


No todos los buenos propósitos iniciales pudieron llevarse a la práctica. Por ejemplo, el artículo 2º del Reglamento establecía que, cuando la situación económica de la sociedad lo permitiera, se constituiría una Caja de Ahorros, pero todos los intentos se vieron frustrados. También se proponía fomentar la música, pero el Ateneo nunca consiguió establecer su propio coro y orquesta; fue la Federación de Sociedades Obreras de la UGT la que constituyó en Guadalajara una Sociedad Varia Filarmónica de Canteros, vinculada al sindicato de ese oficio, y un Orfeón de trabajadores perteneciente a la Casa del Pueblo.


5.- LAS JUNTAS DIRECTIVAS

Durante sus primeros años de vida, el Ateneo Instructivo del Obrero estuvo dirigido por el grupo de jóvenes republicanos que habían impulsado su fundación y por algunos de los más conocidos representantes de la burguesía local, aunque se procuró que no figurasen en las Juntas Directivas personalidades con un marcado perfil político. En cualquier caso, desde la dirección del Ateneo se reflejaba un paternalismo tutelar hacia los trabajadores y así, por ejemplo, todos los miembros de la Junta Directiva de la Sección de Socorros eran socios protectores, es decir, pertenecían a la clase burguesa y por lo tanto no podían beneficiarse de sus prestaciones.

Pero muy pronto la dirección de la entidad pasó a manos de destacados militantes del Partido Republicano Federal, que fue la corriente ideológica de la izquierda que tuvo en Guadalajara una mayor permanencia política, una mejor cohesión ideológica y una más apreciable influencia social. En esos años del cambio de siglo, los republicanos federales tenían la confianza mayoritaria de la clase trabajadora arriacense y protagonizaban la oposición política más progresista. Sin embargo, y como fiel reflejo de su base social, se criticaba públicamente que en las Juntas Directivas del Ateneo hubiese más empleados que obreros industriales.

En 1897, Manuel Diges Antón era vicepresidente de una Junta Directiva en la que también figuraba su correligionario Antonio Luengo, y presidía el Ateneo en 1899 Anselmo Arenas, que fue el militante federal de Guadalajara con mayor proyección fuera de la provincia[16]. Abogado de profesión, reconocido masón, republicano de convicción e íntimo amigo de Estanislao Figueras, que le nombró Jefe Económico de la provincia alcarreña durante la República. Durante la Restauración fue Catedrático de Instituto en distintas localidades españolas, tras una muy reñida oposición que no estuvo exenta de polémica por sus implicaciones políticas. Sabemos que estuvo en Granada, en Badajoz[17], Las Palmas de Gran Canaria[18], y que recaló en Madrid, donde colaboró con varios periódicos como El Voto[19], y lo mismo hizo con la prensa alcarreña, por ejemplo en La Crónica. Escribió una Historia de España que fue tan difundida como criticada.

En 1900 y 1901 dirigió la entidad Ubaldo Romero de Quiñones[20], un militar, político, periodista y escritor español, estrechamente relacionado con el movimiento obrero[21]. Nació en 1843 en la localidad leonesa de Ponferrada y falleció en Madrid en agosto de 1914[22]. Como militar, alcanzó el grado de Coronel de Caballería y obtuvo diversas condecoraciones castrenses. Como periodista fundó, entre otros, el periódico La Caridad y dirigió La Ilustración Popular. Durante el Sexenio Revolucionario, fue redactor de El Combate, un órgano periodístico de tendencia republicana federal que era financiado por José Paúl y Angulo y en el que escribían algunos internacionalistas de primera hora, como Francisco Córdoba López. Como político, Ubaldo Romero de Quiñones comenzó militando en el Partido Republicano Federal, pero su estrecha amistad con Tomás González Morago le vinculó con el anarquismo. Accedió al Consejo Local de Madrid de la Federación Regional Española de la AIT y Paul Lafargue le denunció como miembro de la clandestina Alianza de la Democracia Socialista de Mijaíl Bakunin, a pesar de que en una carta que escribió a Friedrich Engels reconocía que no tenía ninguna prueba para poder afirmarlo públicamente. También fue presidente de la sección española de la Liga de la Paz.

Fue destinado a Guadalajara como coronel del Regimiento de Reserva de Caballería, aunque desconocemos la fecha exacta de su traslado[23], fijando su residencia en el número 101 de la Calle de Jáudenes[24]. Abandonó la capital alcarreña en el mes de noviembre de 1903, aunque volvió muy frecuentemente a visitar la ciudad por muy diversos motivos[25]. Cuando se instaló en tierras alcarreñas ya había roto su vinculación con el movimiento libertario, retomando su antigua militancia en el Partido Republicano Federal, pero, siempre fiel a sus preocupaciones sociales, participó frecuentemente como orador en diversos actos organizados por las sociedades obreras arriacenses[26], y presidió el Ateneo Instructivo del Obrero.

Como escritor, publicó más de medio centenar de libros de carácter social poco pronunciado, en palabras del historiador Max Nettlau[27]. Autor fecundo y periodista entusiasta, Ubaldo Romero de Quiñones se definía a sí mismo como escritor sociológico, pero es calificado abiertamente como demagogo por el historiador José Álvarez Junco y truculento por Andrés Trapiello[28]. Durante su estancia en Guadalajara colaboró en distintas publicaciones periódicas de la provincia, desde Flores y Abejas hasta el conservador La Región, lo que tampoco le impidió presidir en esos años algún Consejo de Guerra contra periodistas arriacenses[29].

De su abundante bibliografía, cabe citar de su etapa alcarreña una obra con el significativo título de La neurosis anárquica, que fue editada en 1900 en la imprenta de Enrique Burgos; al año siguiente publicó La moral democrática; en 1902, vio la luz Reflexiones a Pablo, un alegato terriblemente crítico con Pablo Iglesias y el socialismo marxista[30], y un año después apareció La verdad social o la redención económica. También escribió algunas novelas de fuerte contenido social pero no muy alta calidad, como la que, con el título de La Cariátide, publicó en 1897 en la arriacense Imprenta de Burgos bajo el seudónimo de Cantaclaro[31], que utilizó y popularizó en muy diversos escritos. En esta misma línea, editó en 1904 el relato Evangelina.

También fue traductor de León Tolstoi, del que el periódico arriacense La Crónica comenzó en el año 1897 a publicar por entregas su obra Mi religión, hasta que el cambio de imprenta provocó el cese en la publicación de los últimos capítulos de esta versión castellana de Romero de Quiñones, por negarse el nuevo editor, el católico Antero Concha, a tirar el periódico si seguían apareciendo textos del escritor ruso. 

Posteriormente, tras la decadencia de los grupos republicanos y antes de que el Partido Socialista Obrero se consolidase como el representante de la clase trabajadora de Guadalajara, la dirección del Ateneo Obrero cayó en manos de destacados representantes de la burguesía local, tanto liberal como conservadora. Entre 1904 y 1906, presidía la entidad el abogado conservador José María Solano, en 1907 la dirigía su correligionario Ildefonso Andrés y en 1909 el primer cargo directivo recayó en manos de Fernando Sacristán, un abogado y director del periódico conservador La Unión.

Poco a poco los militantes obreros más destacados, como Luis Martín Lerena en 1907 y Ramón Fernández en 1908, fueron incorporándose al gobierno de la sociedad y en muy poco tiempo los trabajadores alcarreños tomaron en sus manos el control pleno del Ateneo, sin que estuviesen presentes en su Junta personajes más o menos conocidos de la burguesía de la ciudad. Este cambio se puede comprobar repasando la composición de los miembros de la Junta Directiva elegidos en 1917: Pedro Tieso (Vicepresidente), Tomás Fernández (Contador), Máximo Encabo (Bibliotecario), José Ortego (Secretario) y Mariano Sanz y Pascual Barcelona (Vocales).

Pero este periodo de control por los trabajadores del Ateneo Instructivo del Obrero fue muy breve, pues la entidad sufrió como pocas el golpe de Estado de septiembre de 1923, que puso al país bajo la Dictadura del General Miguel Primo de Rivera. El nuevo régimen sostenía una política social basada en el más caduco paternalismo, pretendiendo promover asociaciones obreras “para fines de cultura, de protección y mutualismo, y aun de sana política; pero no de resistencia y pugna con la producción”[32]. Y como el Ateneo arriacense parecía ajustarse como un guante a los designios del nuevo régimen, de nuevo volvió el poder político a entrometerse en su vida orgánica y de nuevo volvió la burguesía a sentarse en sus Juntas Directivas, pero con un espíritu totalitario y excluyente que hasta entonces nunca había estado presente.

El 25 de enero de 1925 la Junta General del Ateneo Instructivo del Obrero, presidida por el empresario Florencio del Río y de la que era Secretario su hermano Faustino del Río, aprobó un nuevo Reglamento, sancionado oficialmente el día 26 de junio de ese mismo año por el Gobernador Civil, que respondía a la nueva situación política y al nuevo papel que la Dictadura guardaba para la clase trabajadora[33].

Únicamente la caída del régimen primorriverista, en enero de 1930, y la proclamación de la Segunda República, en abril de 1931, permitieron a los trabajadores de Guadalajara hacerse de nuevo con el dominio del Ateneo Instructivo del Obrero, pero las circunstancias sociales y políticas del país y de la ciudad habían cambiado profundamente y la clase obrera alcarreña se había dotado de nuevos instrumentos para su emancipación. Sólo así puede explicarse que en 1934 los trabajadores anarquistas de Guadalajara, que convivían sindicalmente sin problemas en el seno de la UGT provincial, decidiesen fundar un Ateneo de Divulgación Social, rebautizado en 1936 tras el triunfo del Frente Popular como Ateneo Libertario de Divulgación Social, que abrió su propia sede en la entonces llamada Plaza de Galán y García Hernández y que reunía a medio centenar de jóvenes obreros.


6.- LA INTEGRACIÓN DEL ATENEO CARACENSE

La burguesía arriacense había contado con una minoría ilustrada que durante el siglo XIX había intentado elevar el ambiente cultural de Guadalajara a través de un Ateneo que, como el Guadiana, había ido apareciendo y desapareciendo en la vida pública alcarreña. Al calor de la recién nacida Restauración nació, en febrero de 1877, el Ateneo científico, literario y artístico que prolongó su actividad hasta 1880; coincidiendo con su extinción vio la luz, en el año 1881, el Ateneo Escolar de Guadalajara que cambió su nombre por el de Ateneo Caracense en 1885.

A partir de mayo de 1896 el Ateneo Caracense atravesó una grave crisis provocada por la intransigencia del catedrático Miguel Rodríguez de Juan, que había sido nombrado director del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza por el gabinete del Partido Conservador en pago al apoyo electoral que el Carlismo de Guadalajara, en el que militaba activamente el profesor Rodríguez de Juan, había brindado a sus candidatos en las recientes elecciones legislativas.

El nuevo director del Instituto se aprovechó de su puesto para satisfacer su ansia de venganza política expulsando al Ateneo Caracense del local que ocupaba desde su fundación en unas dependencias de ese centro de enseñanza, descontentos los católicos más integristas con una institución que ejercía el debate, difundía la ciencia y promovía la cultura. No podía caber duda de la opinión que desde ámbitos clericales se tenía de entidades como este Ateneo: el semanario católico El Eco de la Alcarria negaba cualquier paralelismo entre los Círculos de Obreros Católicos, que animaba encarecidamente a fundar en Guadalajara, y el Ateneo Instructivo del Obrero pues "allí se prohíbe hablar de religión y se practican actos condenados y reprobados mil veces por las leyes de la Iglesia"[34].

Al carecer de sede propia y no contar con medios suficientes para costeársela, el Ateneo Caracense no pudo sobrevivir con autonomía y no tuvo más remedio que incorporarse al Ateneo Instructivo del Obrero como una sección específica, mostrando, una vez más, el fracaso de las clases dirigentes de Guadalajara para dinamizar y desarrollar su ciudad en esos años del cambio de siglo: muy pronto el Casino sustituyó al Ateneo como principal centro de reunión de la burguesía local. Y ni siquiera pudo mantenerse mucho tiempo como sección del Ateneo Obrero, desapareciendo sin que nadie viniese a tomar el relevo de su labor, de la que quedó como mejores testimonios su Revista y sus Memorias anuales.


7.- LA SOCIEDAD DEPORTIVA OBRERA

Durante la Dictadura se creó en Guadalajara la Sociedad Deportiva Obrera, una entidad estrechamente vinculada a la Unión General de Trabajadores, que coexistía con una Unión Deportiva Alcarreña que tenía un carácter interclasista. El gimnasio, instalado en la Casa del Pueblo, servía como centro de entrenamiento deportivo y como lugar de adoctrinamiento social y político de muchos jóvenes trabajadores arriacenses.

En ella se practicaba el ciclismo, con bicicletas propiedad de la Sociedad, y los aficionados a este deporte participaron regularmente en las manifestaciones del 1º de Mayo durante la década de los años 30 abriendo el cortejo montados en estas máquinas. También se jugaba al fútbol, consiguiéndose un buen equipo, que incluso disponía de su propio campo de deportes en el paraje conocido como Fuente de la Niña; este modesto estadio había sido adquirido y acondicionado gracias a las aportaciones de capital de un puñado de trabajadores alcarreños que más tarde tuvieron problemas y dificultades para recuperar su dinero. También había equipos de atletismo, obteniéndose un Campeonato de España individual en la modalidad de campo a través, y de otros deportes.

Jóvenes obreros pertenecientes a la Sociedad publicaron fugazmente un semanario deportivo durante la Segunda República. Este periódico, Zancadilla, es una encomiable excepción, pues une dos mundos aparentemente tan alejados como la política y el deporte, pero nos muestra la importancia que esta Sociedad había adquirido en Guadalajara y la preparación teórica y práctica que habían adquirido sus socios.

La Sociedad Deportiva Obrera fue un éxito y muy pronto agrupó a cerca de 200 socios. La práctica deportiva fomentaba el encuadramiento sociopolítico de muchos jóvenes en el área del socialismo y algunos afirman que esta vinculación fue una de las causas principales de la victoria de la Conjunción republicano-socialista en las elecciones municipales celebradas en abril de 1931.


8.- UN TRISTE EPILOGO

En los últimos días del mes de marzo de 1939 las tropas del general Francisco Franco ocupaban la ciudad de Guadalajara y el día 1 de abril terminaba la Guerra Civil con la derrota del ejército republicano. Para nadie era un secreto que las simpatías de la clase trabajadora ariacense en general, y de los socios del Ateneo Instructivo del Obrero en particular, se habían inclinado con abrumadora mayoría hacia el gobierno republicano. Por eso mismo, nadie apostaba en el llamado Año de la Victoria por la supervivencia de la entidad.

De nada valía alegar el carácter estrictamente cultural del Ateneo, cuando en la prensa provincial podían leerse notas oficiales como esta: “Es un hecho evidente que los horrores desatados sobre España durante la pasada guerra, no se debían solo a los ejecutores materiales de crímenes, destrozos y atropellos, sino a aquellos otros que envenenando a las masas desde la cátedra, la tribuna y la prensa fueron inductores más o menos encubiertos de tanto crimen, injusticia, persecución y robo como han tenido lugar en España. Es preciso, por espíritu de justicia, por el porvenir de la Patria y por el bienestar de los españoles, que estos agentes del mal sean desenmascarados y en esta labor tienen la obligación de colaborar de manera especial las Autoridades Locales, que deberán enviar a este Gobierno Civil, para su elevación al Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas, nota de las personas que puedan existir en cada pueblo en las condiciones expresadas, con indicación de las actuaciones de los mismos y de cuantos datos resulten de interés”[35].

En este ambiente represivo, se celebró el 29 de diciembre de 1940 una Junta General del Ateneo Instructivo del Obrero de Guadalajara a la que asistieron aquellos socios que no habían fallecido durante la Guerra Civil, o que no estaban presos o exiliados. Nominalmente, presidía la reunión su Junta Directiva pero, como se deduce del acta, quienes realmente dirigieron la asamblea fueron los representantes de la Central Nacional Sindicalista, Fernando Méndez Villabrille y Antonio de Velasco Bringas, que sometieron a votación la propuesta realizada por la organización sindical falangista de que el Ateneo se integrase dentro de la CNS, a la que traspasaría su edificio y sus fondos documentales y económicos. Una donación “perpetua, gratuita e irrevocable” del domicilio social de la entidad “con todos sus muebles, utensilios y enseres” y con todos los derechos, deberes, acciones y servidumbres[36].

No era fácil para los socios del Ateneo rechazar esta proposición, cuando la intimidación era algo natural y la represión era generalizada; ni siquiera los adictos al nuevo régimen podían estar seguros, como cualquiera podía comprobar: “El Ilmo. Sr. Auditor de Guerra, Delegado de esta plaza, ha ordenado instruir procedimiento sumarísimo de urgencia contra Roberto García de la Carma, Felipe García Navas, Lorenzo Ibarra Sala, Alberto Domínguez Alonso, Alberto Calvet Armengol, Vicente Richar Vallés, Manuel Iglesias Villobi y Martín Cañeda por haberse comprobado dieron sus avales y manifestaron eran afectos a nuestro Glorioso Movimiento, ciertos individuos de franca significación izquierdista y sobre los que pesan cargos de verdadera gravedad. Se pretende con ello, cortar de raíz el exceso de frivolidad de quienes reputándose derechistas no vacilan en obstaculizar la misión depuradora que está encomendada a la justicia militar”[37].

Cuando las leyes se escriben al dictado, el derecho sólo es papel mojado. El presidente del Ateneo, Antonio Valero González, reconoció en la citada reunión la falta de capacidad reglamentaria de la Junta para adoptar la decisión de disolver la sociedad y hacer un traspaso de todos sus bienes que no se contemplaba en los Estatutos, por lo que convocó a todos los socios para dar un respaldo formal a lo que carecía de base legal. Animados los asistentes por el presidente a intervenir, Vicente García Celaya se levantó para expresar su preocupación porque, de aprobarse la proposición, el Ateneo Instructivo del Obrero quedaba desamparado y sin Junta Directiva. Los partidarios del nuevo régimen, que seguramente no esperaban encontrar oposición, reaccionaron con prontitud; Juan Pajares Núñez expuso que la nueva sociedad “tendrá también su Jefe” y que “la única diferencia estará en que los nombramientos no se harán por el sistema anterior [democráticamente] sino que serán hechos por las Jerarquías de la Central Nacional Sindicalista”. Como nadie más osó replicar, se votó a mano alzada, se aprobó por unanimidad y, acto seguido, “el Secretario Provincial del Movimiento, camarada Valenzuela”, felicitó a la Junta General por la importancia del acuerdo adoptado.

El día 10 de julio de 1941 se realizó una Donación inter-vivos ante el notario Victoriano de la Calle Silos, del Ilustre Colegio de Guadalajara, en la que Antonio Valero García “en nombre y representación del Ateneo Instructivo del Obrero” hacía donación de todo el patrimonio de la institución que presidía a “la Delegación Nacional de Sindicatos de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S.”, que por boca de su representante legal en dicho acto, Gonzalo Sánchez de Roa, “acepta la donación en todas sus partes, agradeciendo en nombre de aquella este acto de liberalidad de la Sociedad donante”. A partir de ese momento, la sede del Ateneo Instructivo del Obrero pasó a ser el domicilio social de la Obra Sindical de Educación y Descanso, del mismo modo que la Casa del Pueblo se convirtió en sede de la Central Nacional Sindicalista y la Sociedad Deportiva Obrera se vio transformada en el Hogar del Productor.

Naturalmente, nada dice el documento notarial de las presiones, amenazas y vejaciones que sufrieron los componentes de la Junta Directiva del Ateneo hasta que aceptaron la propuesta, ni de la fuerza empleada para sacar de su cama al Tesorero, Constantino Domarco, que estaba enfermo para que firmase los cheques que permitían traspasar los fondos financieros del Ateneo, ni de la intimidación sufrida por los socios.

Muerto el general Francisco Franco, disuelto su régimen político, aprobada la Constitución, y constituidos gobierno y ayuntamiento democráticos, un grupo de socios supervivientes del Ateneo Instructivo del Obrero iniciaron una batalla, tan incruenta como tenaz, para recuperar el patrimonio de la entidad y refundar la sociedad. Con Aurelio Sampedro a la cabeza, los viejos socios acudieron a la prensa[38], consiguieron que en 1980 los concejales del Partido Comunista de España presentaran una moción al pleno municipal, que no trajo consecuencias, y que el diputado comunista Ramón Tamames dirigiese al gobierno una pregunta parlamentaria, que tampoco tuvo resultado.

A partir de diciembre de 1982, con la formación de un gobierno del Partido Socialista Obrero Español y la plena recuperación de la Casa del Pueblo por parte de la Unión General de Trabajadores de Guadalajara, parecían abrirse nuevas perspectivas para el renacimiento del Ateneo Instructivo del Obrero y la recuperación de su patrimonio. Pero, una vez más, las esperanzas se vieron frustradas.

Por el Real Decreto 19/1976, de 8 de octubre, se creó la Administración Institucional de Servicios Socioprofesionales (A.I.S.S.) y se disolvió la Organización Sindical Española, heredera y sucesora de la Central Nacional Sindicalista, que desaparecía legalmente. Con un Real Decreto del 20 de febrero de 1979 se creó el Instituto Social de Tiempo Libre, que tenía como función la gestión de los centros y actividades destinadas a los trabajadores y procedentes de la Obra Sindical de Educación y Descanso, a cuyas manos pasó la sede y el resto de los bienes del Ateneo Instructivo del Obrero de Guadalajara. Un nuevo Real Decreto de 24 de julio de 1982, transfería a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha todas las competencias, funciones y servicios de la Administración del Estado en materia de ocio y tiempo libre, absorbiendo la administración autonómica el Instituto Social de Tiempo Libre y, por lo tanto, el patrimonio del Ateneo obrero alcarreño.

Fue entonces cuando la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha propuso al Ayuntamiento de la capital alcarreña la firma de un Convenio de Colaboración que suponía ceder el uso del local del Ateneo Instructivo del Obrero al municipio arriacense, para que desarrollase distintas actividades culturales y recreativas. La ratificación del Convenio se llevó a un pleno municipal en marzo de 1984 y, sorprendentemente, contó con el voto favorable del PSOE y el silencio del Partido Comunista de España, que hasta 1980 había solicitado la devolución de este patrimonio a sus socios; sólo Alianza Popular, por boca de su portavoz Carlos Torres, se opuso a la firma del Convenio citado y pidió ¡que se procediese a la reversión del edificio a los supervivientes del Ateneo, reconociendo la irregularidad de la Donación inter-vivos de 1941![39]

En esos momentos, las Administraciones Públicas municipal, autonómica y estatal, que estaban en manos del Partido Socialista Obrero Español, eran conscientes de que la propiedad del inmueble estaba en entredicho, por la forma en que fue adquirido por la Central Nacional Sindicalista y por las reiteradas solicitudes de devolución por sus socios supervivientes. Y decidieron estudiar detenidamente una solución que pusiese fin a este largo contencioso.

Sorprendentemente, el Director Provincial de Trabajo y Seguridad Social, Ángel Sánchez Iglesias, emitió un informe jurídico el 22 de enero de 1985 en el que daba por buenas todas las actuaciones del régimen franquista y denegaba la reversión del Ateneo a sus antiguos socios, alegando que habían pasado más de cuatro años desde la fecha de la supuesta intimidación, que era el plazo establecido para su reclamación por el artículo 1.301 del Código Civil entonces vigente, sin considerar que la misma coacción que se había utilizado en 1941 se ejercía en 1945, y sosteniendo que, en todo caso, debía haberse ejercido este derecho antes de transcurrir cuatro años desde la instauración del Estado de Derecho, obviando las repetidas reclamaciones realizadas desde 1980 [40].

Además, se establecía que el edificio del Ateneo de Guadalajara pertenecía al Patrimonio Sindical Acumulado, asumiendo así la legítima propiedad de la Central Nacional Sindicalista y sancionando como ajustada a derecho la Donación inter-vivos de 1941, y rechazaba su consideración como parte del Patrimonio Sindical Histórico, que estaba en un irregular e insuficiente proceso de devolución, pues esta consideración sólo afectaba a los bienes de UGT y de CNT, y de ELA-STV en su zona de actuación.

Pero este informe oficial también realizaba una “Propuesta concreta en relación con la cesión en uso del Ateneo Obrero Instructivo”. Se empezaba por reconocer que el Patrimonio Sindical Acumulada era muy escaso en la provincia de Guadalajara, por lo que era difícil satisfacer las demandas de los “agentes sociales [...] con representatividad en la Provincia”, es decir, los sindicatos UGT y Comisiones Obreras y la patronal CEOE. Se añadía que la organización empresarial disponía de un local en la calle Molina de Aragón, sede de la antigua Organización Juvenil Española franquista, y que la Unión General de Trabajadores ya había recuperado su Patrimonio Sindical Histórico. Sólo faltaba conceder a Comisiones Obreras el uso de una sede que formase parte del Patrimonio Sindical Acumulado, pues en esos momentos esta organización estaba ocupando irregularmente la antigua Secretaría Provincial del Movimiento, un edificio de tres plantas en el Paseo del Doctor Fernández Iparraguirre que pertenecía al Ministerio del Interior y que, según la Abogacía del Estado, no podía cederse a una organización sindical por contravenir lo dispuesto en la Ley del Patrimonio del Estado.

Para no sancionar esta ocupación anómala de un bien público por parte de CCOO, y para solucionar el espinoso asunto del Ateneo, se proponía la cesión al Ayuntamiento de Guadalajara del edificio de la Secretaría Provincial del Movimiento, para que desarrollase allí sus actividades de ocio y tiempo libre, que se permutaba por el Ateneo Instructivo del Obrero, cuyo uso se cedería a Comisiones Obreras.

Pero, como sabemos, nada de esto se realizó. El Ateneo Instructivo del Obrero nunca recuperó su patrimonio y desapareció para siempre, convertido en un institucionalizado Ateneo Municipal. Sus socios perdieron una guerra más. Y la memoria traicionada del Ateneo se fue perdiendo devorada por el olvido. Quizás haya llegado el momento de recuperarla.


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[1] Ver Sergio Higuera Barco y Juan Pablo Calero, “La Escuela Laica de Guadalajara”, Actas del Congreso “100 años de la Escuela Moderna de Francisco Ferrer Guardia”. Guadalajara, 2002.
[2] Es un deber dejar aquí testimonio de gratitud a Aurelio Sampedro y Saturnino Mauricio, socios del Ateneo que me hablaron de él y me entregaron documentación que me ha servido para escribir este trabajo.
[3] Reglamento Orgánico del Ateneo Instructivo del Obrero de Guadalajara, Imprenta y Encuadernación Provincial. Guadalajara 1891. También se publicó un Ateneo Instructivo del Obrero: Nuevo Reglamento para el régimen interior del mismo, Imprenta y Librería de Hipólito de Pablo. Guadalajara, 1925.
[4] No hemos encontrado ese número de El Atalaya de Guadalajara, ver Revista Popular, 1 de marzo de 1891.
[5] Revista Popular, 15 de mayo de 1891
[6] El Atalaya de Guadalajara del 8 de agosto de 1894 habla de 484 socios de número y 57 socios protectores.
[7] Ver Juan Pablo Calero Delso, “Los amigos de Pablo Iglesias en Guadalajara”, en Enrique Moral Sandoval y Santiago Castillo (editores), Construyendo la modernidad. Obra y pensamiento de Pablo Iglesias. Fundación Pablo Iglesias. Madrid, 2002.
[8] El Atalaya de Guadalajara, 28 de febrero de 1892. 
[9] Hay otras iniciativas similares de las que se tiene más información. Por ejemplo, en La Coruña “aparece a Sociedade Benéfica Miguel Servet, tamén denominada significativamente Grupo de Librepensadores, da que pouco sabemos fora de que rexentou a primera escola laica da localidade e que na súa fundación participaron republicanos e algún simpatizante anarquista”, en Dionisio Pereira, Sindicalistas e rebeldes, Editorial A Nosa Terra, Vigo, 1998. Página 82.
[10] El Atalaya de Guadalajara, 8 de abril de 1892.
[11] Miel de la Alcarria, 30 de marzo de 1891.
[12] Algunos de los componentes de este grupo de jóvenes socialistas en 1894 estuvo detrás de Flores y Abejas, un proyecto periodístico mucho más maduro. Ver Juan Pablo Calero Delso, “Guadalajara en los orígenes del socialismo español”. Actas del IV Encuentro de Historiadores del Valle del Henares. Alcalá de Henares, 1994.
[13] Flores y Abejas, 8 de diciembre de 1894.
[14] El Atalaya de Guadalajara, 28 de enero de 1892.
[15] Flores y Abejas, 26 de enero de 1908.
[16] Ver la semblanza de Anselmo Arenas que hace Juan José Morato en Historia de la Asociación General del Arte de Imprimir. Madrid, 1925.
[17] Allí fundó El autonomista extremeño, un periódico que se editó desde el 28 de marzo hasta el 28 de julio de 1881, junto a Narciso Vázquez Lemus, apóstol del PSOE en Extremadura, y tuvo repetidos problemas con el obispo diocesano por su labor pedagógica. Ver Manuel Pecellín Lancharro, El krausismo en Badajoz: Tomás Romero de Castilla. Universidad de Extremadura. Mérida, 1987.
[18] Donde es considerado uno de los precursores del krausismo en el archipiélago, junto a Saturnino Milego y Salvador Calderón; ante las presiones clericales llegó a cerrarse temporalmente el Instituto de Bachillerato local.
[19] Lo dirigía Ramón Chíes y donde también escribía Francisco Lozano Demófilo que estaban al frente del patronato de la Escuela Laica de Guadalajara nacida por iniciativa de Felipe Nieto Benito, otro republicano federal alcarreño.
[20] Sobre Ubaldo Romero de Quiñones y el Ateneo Instructivo del Obrero, véase La Crónica, 20 de octubre de 1897, Flores y Abejas, 24 de octubre de 1897, y La Voz de España, noviembre de 1900.
[21] En Flores y Abejas, 5 de enero de 1902, hay una foto del personaje.
[22] Flores y Abejas, 25 de agosto de 1914.
[23] La referencia más antigua corresponde a una charla en el Ateneo Caracense que se recoge en Flores y Abejas, 4 de noviembre de 1894.
[24] Es el domicilio que aparece en el Censo electoral de Guadalajara de 1901.
[25] Por ejemplo, Flores y Abejas, 14 de octubre de 1906.
[26] Ver, por ejemplo, Flores y Abejas, 24 de septiembre de 1904 y 21 de enero de 1905.
[27] Max Nettlau, Documentos inéditos sobre la Internacional y la Alianza en España, Ediciones de La Protesta. Buenos Aires, 1930. Página 103.
[28] José Álvarez Junco; La ideología política del anarquismo español. Siglo XXI de España Editores. Segunda Edición. Madrid, 1991. Andrés Trapiello, Los nietos del Cid, Editorial Planeta. Barcelona, 1977. Página 52.
[29] Flores y Abejas, 25 de noviembre de 1894.
[30] Ver Enrique Moral Sandoval, “En la brega política: dos campañas contra Pablo Iglesias”, en Enrique Moral Sandoval y Santiago Castillo (editores), Construyendo la modernidad. Obra y pensamiento de Pablo Iglesias. Fundación Pablo Iglesias. Madrid, 2002.
[31] La Crónica, 22 de mayo de 1897.
[32] Citado en Eduardo Comín Colomer, Historia del anarquismo español. Editorial Radar. Madrid, 1949. Página 287.
[33] Más información sobre el Ateneo Instructivo del Obrero en esta época en Juan Pablo Calero Delso, “La renovación de la clase política en la Dictadura (1923-1930)”. Actas del VII Encuentro de Historiadores del Valle del Henares. Guadalajara, 2001.
[34] El Eco de la Alcarria, 17 de febrero de 1904.
[35] Nueva Alcarria, 7 de noviembre de 1939.
[36] Ver el acta notarial de la Donación ante el notario Victoriano de la Calle Silos.
[37] Nueva Alcarria, 29 de agosto de 1939.
[38] Ver Diario de Guadalajara, 8, 9 y 10 de octubre de 1980.
[39] Se puede leer este Convenio en el Archivo Municipal de Guadalajara, expediente 421242, signatura 04339-P00.
[40] El Informe en el Archivo Municipal de Guadalajara, documento 403611, signatura 02417-08.

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Fuente: Articulo EL ATENEO INSTRUCTIVO DEL OBRERO: LA MEMORIA TRAICIONADA de JUAN PABLO CALERO DELSO